Hay veces en que la imagen más precisa se obtiene sin mirar por el visor. Disparando instintivamente, con la cámara a la altura del abdomen, sin pensar en la composición, las ideas preconcebidas casi no tienen tiempo de interponerse y estropearlo todo. Ya no es el ojo el que fotografía, es todo el cuerpo; y la relación entre la imagen y lo que nos provocó apretar el disparador se hace inmediata y evidente.
La serie de imágenes a la que ésta pertenece lleva por nombre Cunqueiro ya que usé uno de sus textos para explicar el espíritu de mi trabajo:
No busco nada con este libro, ni siquiera la veracidad última de un gesto, aun cuando conozco el poder de revelación de la imaginación. Cuento como a mí me parece que sería hermoso nacer, madurar y navegar, y digo las palabras que amo, aquellas con las que pueden fabricarse selvas, ciudades, vasos decorados, erguidas cabezas de despejada frente, inquietos potros y lunas nuevas. Pasan por estas páginas vagos transeúntes, diversos los acentos, variados los enigmas. Canto, y acaso el mundo, la vida, los hombres, su cuerpo o sombra miden, durante un breve instante, con la feble caña de mi hexámetro.
Esta chica, cuando oyó el ruido del obturador, dijo: "Juan con una cámara tiene mucho peligro..."