Fotografiar para entender la vida. Las imágenes atrapan y conservan el aspecto del mundo. Es el primer paso, hacer pie en medio de la corriente. Para seguir hay que intentar entender a partir de esos fragmentos, ordenarlos, contar una historia, reconstruir el mundo.
Al juntar las piezas de nuevo el mundo reconstruido no acaba de encajar: lo imaginamos, nos resulta familiar, se parece, pero no es el mundo en que vivimos. Afortunadamente. Porque ninguno de los dos mundos, ni el vivido y ni el reconstruido, es real, y sólo nos queda seguir buscando precisamente en esa penumbra que se extiende entre lo que vemos y lo que creemos.